Vida de monje por 10 días (Vipassana)

Pablo Daniel Kiryluk
6 min readSep 17, 2018

--

Miro mi reloj Casio F91W -el único adminículo tecnológico que se me permitió conservar- que lee las 4:02 am. El gonguero se habrá quedado dormido? -me pregunto. Es mi cuarto día de un período de diez que estoy en el Centro de Meditación Vipassana Dhamma Viriya, Capilla del Monte. El primer día debimos dejar todos los objetos que nos conectaran con el exterior, en un ziploc con nuestro nombre: lapicera, papel, llaves, celular, dinero, documentos. No podemos escribir, leer, escuchar música, dibujar, pintar, ni comer alguna otra cosa más que la que nos sirvan. Tampoco podemos hablar y, debemos evitar el contacto visual con otras personas. Firmamos un compromiso de respetar un código de disciplina en donde nos abstenemos de matar a cualquier criatura, robar, mentir, actividad sexual o tomar intoxicantes. Diez días consecutivos.

Sólo hay dos personas con las que podemos hablar si es esctictamente necesario: el asistente y el “profe”. Pero sólo si necesitamos algo. Con el asistente podemos hablar si, por ejemplo, necesito una frazada más y, con el profe, si tengo dudas sobre la práctica. Retomo. Son las 4:02 am y el gong aún no sonó. Se habrá quedado dormido el gonguero? Pero no, 4:02:30 suena el gong y empieza la actividad del día. Nos levantamos todos los días a las 4:00 am, tenemos media hora para utilizar el baño y la práctica de meditación comienza a las 4:30 am. Continuamos con las prácticas hasta la hora del desayuno 6:30 y luego de un descanso seguimos hasta la hora del almuerzo que es a las 11:00 am. Esta, será la última comida del día. Sí la última, porque a las 17:00 se nos permite sólo una colación que consiste en media fruta y una infusión. Debemos permanecer diez días en esta rutina.

El lugar es una finca a pocos kilómetros de Capilla del Monte, en un paraje llamado Santa Isabel, a orillas del río San Marcos. Llegué en micro y desde la ruta hasta la finca hay unos 800 metros de camino a pie. El lugar tiene dormitorios y baños para los varones, dormitorio y baños para las mujeres, una cocina y una sala de meditación. Mas allá pueden verse los dormitorios de los asistentes y la casa del “profe”. Somos 24 varones y 24 mujeres. Hay segregación de sexos, o sea que circulamos por distintas áreas del centro, comemos en distintos comedores, y el centro de meditación está dividido en dos. Las zonas están perimetradas con unas sogas.

Las primeras horas del día cero -son once días en realidad- podemos comunicarnos, llenar las planillas de inscripción, entregar nuestros vehículos de conexión con el exterior y valores y se nos asigna una de las habitaciones compartidas de 8 personas con baño. Debemos apuntarnos en una planilla la hora en que nos vamos a bañar y también quién va a limpiar el baño cada día. Una vez que está todo esto arreglado, a las 20:00 hs del día cero comienza el voto de silencio llamado: “el noble silencio”.

No hablar por diez días produce efectos profundos. Se agudizan los sentidos y la voz de nuestra mente no deja de torturarnos con su relato: que las estrellas, que quién será ése que siempre se pone primero en la fila para comer? como se llamará ése cerro? será el Uritorco? Por la noche, nos acostamos a las 21:00 hs y a las 21:30 se apagan las luces. Pero la necesidad de hablar es tan fuerte que algunos hablan en sueño, dormidos. Discuten con no se qué personaje y tienen diálogos inentendibles.

La práctia Vipassana de meditación está basada en la enseñanza básica del Buda Gautama y sostenida durante varios siglos por los birmanos. S.N Goenka, el promotor de la práctica, la tomó en Birmania, la llevó a la India y de allí se expandió al resto del mundo. El foco es observar las sensaciones del cuerpo, con atención y ecuanimidad (no las juzgamos, no nos “enroscamos” con las sensaciones). Parece sencillo pero al principio no lo es. Existe un torbellino de ideas e imágenes que se arremolinan en la mente y nos “enganchamos con ellas” -no debemos hacerlo. Recorremos el cuerpo mentalmente, haciendo foco en distintas zonas y notamos cosquilleos, temblores, picazón, humedad, dolor, vibraciones etcétera. Este es el comienzo, el camino de ingreso, la cueva del conejo. Nuestras experiencias de vida están asociadas a estas sensaciones y mediante esta práctica, las vamos purificando.

Los primeros dos días me invadían imágenes de comida, platos que preparaba mi abuela, mi madre, comidas que comí en restaurantes, platos que preparo yo. Luego tuve un par de días con imágenes sensuales, mujeres, novias y aventuras sexuales se me presentaban en la mente. Y luego tuve un día de imágenes de peleas, discusiones. Discusiones con miembros de mi familia, trabajo, mis padres. Estas imágenes aparecían como burbujas y subían a la superficie. Pero no debía jugar con ellas, sólo concentrarme en las sensaciones. Me llamaba la atención también que ciertas imágenes no tenían relación con la zona del cuerpo que recorría con mi mente. Por ejemplo, las imágenes sensuales surgieron por un par de días cuando recorría cierta zona de mi espalda -y no mis genitales. Y las imágenes de pelea, cuando recorría con mi mente ciertas zonas de mi garganta.

Al sexto o séptimo día la voz que tenemos en la cabeza comienza a callarse, las imágenes mentales no surgen con tanta fuerza y se produce un “asentamiento” de la mente, se adquiere una percepción más sutil. El octavo día, uno de mis compañeros de habitación, en el medio de la noche, comenzó con un ataque de risa. No sabíamos lo que sucedía, no podíamos hablar con él. Salió de la habitación y no lo escuché volver porque me dormí antes. Al día siguiente, en la sala de meditación, retomó otra vez con su ataque de risa y tuvo que retirarse de la sala. Por la tarde no lo vimos más. Se retiró del centro. Una de las mujeres del grupo femenino también tuvo que retirarse, luego nos enteramos que no pudo soportar el esquema.

Al principio del período -esto fue entre el 9 y 20 de mayo pasado, tuvimos frío y lluvia. Las mañanas oscuras y el desayuno me hacían recordar a las mañanas en el servicio militar, en la infantería de marina, oscuras, frías, austeras y en silencio. Luego tuvimos unos días de sol. En los períodos de descanso nos parábamos en el pasto de cara al sol, y disfrutábamos del calor. No teníamos contacto ni físico ni verbal con los otros participantes, pero pude detectar al quinto o sexto día un juego, una dinámica, entre los hombres y las mujeres, a la distancia: Las mujeres se muestran; los hombres asechan.

El marco de trabajo asemeja la práctica de los monjes: austeridad, concentración y meditación, respeto, silencio y humildad. La actividad no es arancelada y se nos pide al final de los diez días una donación para poder financiar la práctica de los participantes a futuro. Se nos pide sin ninguna presión, sin compromiso, gentilmente y sin insistencia. Algunos colaboran y otros no. Esto asemeja mucho la vida de los monjes en caridad.

En mi experiencia Vipassana puede descubrir algunas cosas, vivenciarlas en forma directa:

  • Hay muchos temas que en realidad no me interesan. Participo de ellos en redes sociales, conversaciones y amigos, sólo para hacerme notar o por ese gozo extraño que me produce la disputa verbal.
  • Toda agresión de palabra, pensamiento o acción, antes que a nadie, y principalmente, me hace daño a mi.
  • Los grandes místicos históricos como Buda, Jesús o tantos otros, no hablaban de no hacer daño porque eran “buenos” o “altruistas”, sino que hablaban de la salud mental personal.
  • Los animales no tienen los sentidos más desarrollados sólo por una cuestión biológica, sino porque no hablan.
  • Todas mis experiencias de vida están grabadas en sensaciones corporales. Como carpetas ocultas en el disco rígido.
  • Comer en silencio es un placer enorme.
  • Se puede vivir perfectamente teniendo la última comida del día a las 11:00 de la mañana.
  • Se duerme mucho mejor con el estómago vacío.
  • Existe una mente bajo la superficie, “subconciente” o como quiera llamarse, que es poderosa, soberana e infinita. Infinitamente poderosa y soberana sobre la mente racional

Existe mucho material en la web para conocer más sobre esta práctica milenaria que, desde mi humilde opinión, recomiendo.

--

--

Pablo Daniel Kiryluk
Pablo Daniel Kiryluk

No responses yet